lágrimas que brotan por descuido, de rumbo extraviado,
noticia trágica que jamás quieres decir o escuchar.
Y la ola condenada a romper en esa roca antes de la orilla,
el silencio de mi desesperanza y tus cabellos alzados.
Todas las emociones en esa playa, todas descubiertas en esa plaza,
el dolor reiterado que es una balandra, la foto sepia rasgada,
el pájaro sin vuelo, el animal vencido, impulso varado.
El aliento que se extingue con mi última mirada,
las manos rotas, que se sueltan y las pisadas de rumbos contrarios.
Tu frescura vestida del blanco de mis canas confundidas en la carne
y a lluvia que no cesa, y el regreso de la exhausta penitencia.
La condena de mis gotas, estrellas perdidas sin rostro
que deslizan y no les corresponde otro destino.
La noche no da para más desgracias,
los lamentos circulan en la sangre.
No se desgastan, siempre alcanzan…
POA 30 de septiembre de 2014.
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