No es perder el tiempo,
permitir crecer,
sin obstrucciones egoistas.
dejar fluir la energía,
que de todas maneras fluye.
En ese río de grandeza,
que nos proyecta en la voluntad
de un sueño factible, realizable.
Creible y palpable. A pesar de las reticencias,
que a veces ponemos,
al movimiento de un fluido,
que termina llegando a su destino.
Como las aguas de un afluente
hasta su delta.
Hasta acabar
fundidos en un todo,
en un mismo aire,
en un mismo candor,
en un mismo calor.
Y en un estallido
de libertad, grácil y única,
de un acción compartida,
que hace valer la vida,
nos convertimos
en un todo de energía, todo luz,
en el clímax de un momento místico,
que justifica nuestra existencia.
Y mis calamidades
y tu presencia.
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