Conducía mi bongo rio arriba
afanoso por ir contracorriente.
Acostumbrado a mirar las nubes boca
abajo
y reír cuando pasa el chiste…
Yo fui llevado por el impulso del
destierro
a extrañarlo todo cuando nada tuve,
a llorar por las alegrías y
ausentarme tristemente de la dicha,
a esperar y disfrutar mis tormentas y
mis truenos
y reír y estar contento de mi mal
tiempo…
Envidiar con sobriedad aquello que
poseo,
una piel delgada y transparente,
un corazón expuesto y sin resguardos,
una flama ingenua y extinguida,
una contrariedad constante hecha
despecho.
Yo conducía sin saber el rumbo
porque cuando quise ser pasajero,
fui circunstancial bonguero, rumbo al
tropiezo
un baquiano distraído o desatento.
Yo fui una antorcha evanescente
que no alumbra ni señala ninguna
senda
y solo queda el cauce de mi estela,
mis pies húmedos, mis manos tuertas,
mi rostro frio y el escaso cuerpo.
El desvelo de una vida desperdiciada a
medio tiempo,
vividor entre la dicha de las
carencias
y el éxtasis de la abundancia de
torpezas.
En las suertes escondidas de mis
noches
he sabido traspasar mis diarios laberintos
y salir ileso y salir vencido y
seguir viviéndola!
Calabozo, 26 de diciembre de 2013.
...Y yo agregaría en mayúsculas POETA.
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