Ritual que comienza en suaves manos
y termina en obscenos desesperos.
Cortejo en solitario, un misterio
con uno, con dos, con tres alientos.
Ojos sordos, cerrados, para no moverse
labios apretados, que no muerden, silentes
una mente expuesta, picara, volátil, requiriendo
algo rápida, aunque nadie está esperando nada.
Dos palabras instantáneas, excitada y éxtasis
una mezcla deliciosa de instintos, ganas y consuelos.
Ojos abiertos para encenderse, nadie vuelve,
labios carnosos, morados, mojados, entreabiertos.
Es un rato con la vida y la muerte
afuera, adentro, intenso,
un asomo de caderas, suavemente,
dos apéndices erectos.
Miles de vellos insistentes, aplaudiendo
agitados pañuelos, aire renovado,
un intento, con uno, con dos, con tres dedos,
-más fuertes-
Llegó,
se fue,
mueres,
respiras y vuelves.
Una secuencia, pocos minutos…
y el mejor sesgo
Asunción, Paraguay, 12 de abril de 2013
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