Enséñame a
seguirte libre en el viento,
a descifrar
silbidos, vórtices y remolinos
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y acompañarte a
no hacer nada.
A mirar y
quedarnos contemplando travesuras,
enséñame a
interpretar el vuelo de tucusitos,
a escuchar el mar
que se esconde en los caracoles,
mirar gaviotas y
golondrinas
a ver volar
tijeretas graciosas
y enséñame a
escribir papiros,
a mirar entre
las rendijas
e ir al corazón
de los niños.
A envejecer, flaquecer,
a encorvarme
que mi nariz se
haga aguileña
que mi piel se
arrugue y mis manos sigan tibias
a engomar mí
cabello y lucir brillo,
hablar bajo y reposado,
a callar.
A que mis
palabras se quiebren de emoción
al recitar poemas
de memoria
enséñame a
llevar la humildad con orgullo,
sin que me
cueste mucho y nadie envidie.
Enséñame aquello
que quedó interrumpido
enséñame a
entristecer y que nadie me perciba
a disimular con
buen humor mis días grises,
a luchar con
tenacidad con las tentaciones de la vida,
enséñame a no
quedar vencido
enséñame a
extrañarte maestro y amigo.
Caracas 23 de
enero de 2012.